¿El cuerpo perfecto es una realidad o un mito?

Como mujeres, por culpa del tópico del cuerpo perfecto nos encontramos siempre en el punto de mira. Estamos sobreexpuestas a las críticas. Somos un objetivo perfecto para campañas publicitarias que “nos ensucian el cerebro”.

Además de cargar con una sociedad que nos obliga a demostrar de manera continua lo buenas que somos como: madre, amiga, hija, pareja y profesional.

Ésta última exigencia, como tantas otras, nos influye en la aspiración a la delgadez que puede desencadenar en una falta de autoestima que conlleven un TCA (Trastorno de la conducta alimentaria).

La extensión de estas enfermedades mentales no sólo se ha ampliado en edades menores de las normalmente establecidas (alrededor de los 13 años), sino que también supera la horquilla, pasando a una edad más madura en las que la mujeres están en edad laboral.

En la puerta de entrada al mundo profesional, existe una presión sobre la imposición de un aspecto corporal determinado. Para la mayoría de trabajos el aspecto físico es importante.

¿Cómo seria el cuerpo perfecto para una mujer según los hombres?

Si nos paramos a analizar ofertas de trabajo, en muchas encontraremos la frase de “Se exige una buena presencia”. En otros casos no es tan específico pero el entrevistador tiene presente un “cánon de belleza” en el que debería entrar su futura empleada, aunque no sea lo más importante.

Durante años, hemos adquirido la información de que el cuerpo delgado es sinónimo de triunfo. Por lo tanto, mujer + delgadez =  mujer triunfadora que obtiene buenos resultados.

Al contrario, vemos la obesidad como un símbolo de dejadez, de poca lucha y se asocia a una persona despreocupada. Esto, inconscientemente lo trasladamos a otros ámbitos como el laboral, aunque no sea una relación directa ni verdadera.

 “Ser obeso se sitúa en nuestro inconsciente colectivo de forma negativa. Tener en cuenta la presión que ejercen nuestros cánones estéticos preestablecidos, y la discriminación que supone en este aspecto no ajustarse a ellos” (De Llanos, 1992)

Ser obeso se sitúa en nuestro inconsciente colectivo de forma negativa. Tener en cuenta la presión que ejercen nuestros cánones estéticos preestablecidos, y la discriminación que supone en este aspecto no ajustarse a ellos” (De Llanos, 1992)

Otro factor sociocultural importante en los TCA es la moda. Cuando se habla de moda y TCA, enseguida se asocia a la modelo anoréxica o bulímica que sólo se preocupa por su imagen y que elige no comer.

¿Por qué nos hablan del cuerpo perfecto de la mujer?

Esta idea preconcebida no se puede alejar más de la realidad. Un TCA, no tiene que ver ni con la comida, ni con estar delgado, por mucho que cueste creerlo.

El paciente tampoco elige dejar de alimentarse como una opción de vida. La comida es sólo el instrumento utilizado por el enfermo para solucionar y controlar aspectos de su vida que no puede hacer frente o que no ha sabido resolver.

La mayoría de especialistas comparan este trastorno con un iceberg del que únicamente vemos la punta, (la negación por alimentarse y el miedo excesivo a subir de peso), pero desconocemos el tamaño de su base.

Actualmente la percepción de la imagen ha dado un giro hacia la delgadez, tal y como ocurrió en los 60 y con anterioridad a los años 20.

Nos ha tocado vivir una época en la que los patrones de la moda, corta todo aquello que le sobra. La ropa se diseña y modela para cuerpos delgados.

La dificultad para encontrar una talla 34 es mínima, mientras que, el uso de una talla 42, puede que implique tener que recurrir a la sección de “tallas grandes”.

Los medios de comunicación son los compinches de esta industria. Interrumpen por medio de radio, televisión, prensa…

Modelan nuestras percepciones. De tal manera, que en ocasiones, estos medios son vistos como algo negativo, y son causantes de decepción.

  “El constante bombardeo de televisión, prensa ilustrada, radio carteles urbanos y demás vehículos de información y propaganda parece, en el terreno que nos ocupa, capaz de conseguir el “lavado de cerebro”

  “El constante bombardeo de televisión, prensa ilustrada, radio carteles urbanos y demás vehículos de información y propaganda parece, en el terreno que nos ocupa, capaz de conseguir el “lavado de cerebro”, que tan peligroso está resultando para la salud mental y somática de una  parte importante de la población” (Toro, 1996).

Todo esto lo podemos prevenir.

Es imposible aislar a nuestros hijos de posibles informaciones dañinas para su salud. Pero si reforzamos su autoestima para que identifique cuáles son sus capacidades y limitaciones evitaremos futuros complejos.

Así como tener en cuenta la importancia de darles autonomía desde pequeños, para que formen su propia opinión. De esta manera tendrán menos vulnerabilidad a los medios y la publicidad que transmitan el mensaje de que el cuerpo perfecto es sinónimo de éxito y felicidad, sin importar los valores personales.

La buena comunicación dentro del ámbito familiar es imprescindible para que el niño se sienta seguro y sea capaz de pedir consejo o la ayuda de su familia cuando tenga que tomar decisiones difíciles o se encuentre en situaciones estresantes.

Por suerte cada vez más marcas, se han unido a la desmitificación de ideas como que el rostro o el cuerpo ideal está en nuestra mano, con productos dietéticos o cosméticos infalibles. Valorando de manera positiva la diversidad y las características de cada uno de nosotros.

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