Esta historia os sonará a  las que la habéis vivido esta etapa de vuestra vida, las que no la han  experimentado todavía tenéis que saber que algo bueno os espera. La mayoría de las mujeres pasamos casi la mitad de nuestra vida dedicada a los demás, somos  mujeres multitareas, tenemos nuestras prioridades pero las obligaciones son similares o si no iguales,   ser  madre, esposa, hija,  maestra, trabajadora, amiga, ama de casa, cocinera…  Esto es sólo una etapa, muchas veces dura pero  también muy feliz y enriquecedora, e  indudablemente de pura dedicación en la que desarrollamos un elevado espíritu de servicio.

Más tarde, cuando te acercas a los 50 ¿Qué  empieza a pasar  cuando las tareas que nos hemos autoasignado por tradición, dejan de ocupar todo nuestro tiempo que siempre ha sido   más de las horas que los demás asignan a sus ocupaciones?

Yo te lo cuento, ha llegado tu momento… La mayor parte del tiempo vuelve a pertenecerte, es tuyo, puedes hacer lo que te gusta, lo que habías dejado de hacer o lo que siempre has querido y no has podido, es decir, “lo que te da la gana”.  Esta sensación te inclina a aperturarte  a volver a buscar hacer cosas nuevas,   te traslada a tu adolescencia pues te vas vaciando de responsabilidades pesadas que han hecho mella en tu cuerpo y de  preocupaciones que han ocupado tu mente. Entonces, te vuelves a sentir “tu”, dejas de dejar de ser sólo  la madre de…  la mujer de… la hija de…  A todo ello, se suma, lo estupendo que es,  haber llegado a una edad en la que ya te has aceptado a ti misma, conoces tus limitaciones y, aunque sigas sin saber lo que quieres, si sabes lo que no quieres.

Para terminar, me gustaría que todas tuviéramos presente que, cuando empezamos a experimentar que nuestra mochila deja de pesar excesivamente, que aligeramos carga y que volvemos a ser  lo que fuimos, es el momento de cuidarnos, de dedicarnos tiempo y de alargar este periodo, saborearlo y sacarle todo el partido posible.

Una de las fórmulas para sentirte “above all”, reencontrarte y reapreciarte es  mejorar tu físico, vigilar tu salud y cultivar tu mente.

A la hora de plantearte actividades,  tratamientos o  terapias,  piensa que la inversión que hagas en ello, seguramente,  es proporcional,  no sólo a lo que puedes gastar, sino también  al interés que  tienes por sentirte mejor,  sin olvidar que,   los extremos no son buenos. Después,  evalúa si  tu inversión es suficiente, si no lo es, reaprende a quererte, ya lo hacías anteriormente, antes de que tu vida se complicase, es fácil, mucho más sencillo y te hace sentir plena.

 

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